
Harumi siempre sentía que la observaban, siempre pensaba que había alguien que la espiaba, que la seguía, a donde quiera que fuese. Pero dejo de despreocuparse de eso cuando conoció a Nora. La chica de la cual se enamoró. Era algo distinto, claro para ella no. Chicas que querían a otras chicas, qué podía tener eso de malo. Mucho. Se querían y eso era lo importante, claro aunque tenían que ocultarse para no ser reconocidas por nadie para que los chismes no corran. La situación era incómoda pero valía la pena. Ya habían salido muchas veces y su relación se había puesto más fuerte. Pero todo cambio cuando saliendo de un restaurant las vio una vecina chismosa que informo a la madre de Nora. Todo pasó de una manera muy rápida, de la noche a la mañana, los perfiles de Nora desaparecieron de la red. Harumi dejo de recibir llamadas, dejo de recibir mensajes de texto y e-mails. Sus llamadas no eran contestadas ni sus mensajes respondidos. El contacto se perdió en un abrir y cerrar de ojos. Harumi, ya preocupada, preguntó a la mejor amiga de Nora que diablos había sucedido. La historia era fea:
Después de que Nora fuera espiada por la vecina chismosa, las sospechas de sus padres se confirmaron. Su hija era lesbiana, leca, le gustaba lo que le debía de gustar a los chicos. En una familia como la de ella, súper conservadora, la situación fue peor. Sus padres decidieron enviarla al interior del país y decomisar su teléfono y su computadora. Nora ahora estaba inubicable. Harumi entró en depresión al saber que su novia, a la cual aún quería, ya no estaría más con ella. La primera persona a la que realmente quiso ya no estaría más allí. Este era solo el comienzo de su desenfrenada adolescencia sin amor.
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